Estaba sentada en el otro andén. Su aire despreocupado no anticipaba nada de lo que iba a venir. Cuando me senté apenas había 10 personas en cada lado de la estación, pero, inevitablemente, me fijé en ella y ya no pude apartar la vista.
Al cabo de un par de minutos se percató de que estaba siendo observada. Sonrió pícaramente y miró a otro lado. Pasó un convoy y no lo cogió. Pasó el mio y yo tampoco.

Cuando nos volvimos a mirar, me volvió a sonreir. Vi que abría ligeramente las piernas, maliciosa, provocativa, sabiendo que la estaba mirando. No había nadie en la estación a excepción de una pareja que se sentó en el extremo opuesto de mi andén.
Intuí que quería jugar. La miré fijamente y abrí con un dedo la parte superior de mi camisa. Ella, mirándome fijamente, hizo lo mismo. Me ofreció un pecho sonrosado, firme, virginal. Miró a ambos lados de la estación y abrió las piernas de nuevo. Esta vez aprecié claramente su ropa interior. Sus dedos se movían casi susurrando entre sus piernas y yo ya no aguantaba más.
Sabía que nadie la podía ver y fue aumentando su juego. Me enseñó su sexo, se masturbó.
Pasó un nuevo convoy por mi vía y no lo cogí. Pasó uno por la suya, y segundos antes de entrar en la estación se tiró. El intento de frenar fue en vano. Se la llevó por delante. Mi grito quedo ahogado y un silencio estremecedor se apoderó de la estación. Vomité. No pude mirar y me fui.
Cuando llegué a casa mi madre vio algo extraño en mi cara.
- Begoña, que te ha pasado?
Al cabo de un par de minutos se percató de que estaba siendo observada. Sonrió pícaramente y miró a otro lado. Pasó un convoy y no lo cogió. Pasó el mio y yo tampoco.

Cuando nos volvimos a mirar, me volvió a sonreir. Vi que abría ligeramente las piernas, maliciosa, provocativa, sabiendo que la estaba mirando. No había nadie en la estación a excepción de una pareja que se sentó en el extremo opuesto de mi andén.
Intuí que quería jugar. La miré fijamente y abrí con un dedo la parte superior de mi camisa. Ella, mirándome fijamente, hizo lo mismo. Me ofreció un pecho sonrosado, firme, virginal. Miró a ambos lados de la estación y abrió las piernas de nuevo. Esta vez aprecié claramente su ropa interior. Sus dedos se movían casi susurrando entre sus piernas y yo ya no aguantaba más.
Sabía que nadie la podía ver y fue aumentando su juego. Me enseñó su sexo, se masturbó.
Pasó un nuevo convoy por mi vía y no lo cogí. Pasó uno por la suya, y segundos antes de entrar en la estación se tiró. El intento de frenar fue en vano. Se la llevó por delante. Mi grito quedo ahogado y un silencio estremecedor se apoderó de la estación. Vomité. No pude mirar y me fui.
Cuando llegué a casa mi madre vio algo extraño en mi cara.
- Begoña, que te ha pasado?